Sergio Sanchez Collantes, docente del grado online en Historia y Patrimonio de la Universidad de Burgos, nos cuenta su experiencia después de varios años impartiendo su asignatura online.
La situación desencadenada por la pandemia actual ha obligado a extender la modalidad online a todos los niveles de enseñanza. Quienes llevamos unos años compaginando la docencia online y la presencial sabemos que los comienzos nunca son fáciles y que compartir experiencias es la mejor fórmula para mejorar. En esta entrada daré unas pinceladas, con algunas reflexiones personales, de lo que hago en mis asignaturas online.
Vayan por delante un par de advertencias que podrán resultar obvias pero no siempre se tienen presentes: la primera, que un alumnado presencial reconvertido al online nunca será igual que el que eligió deliberadamente esta última modalidad; la segunda, que el e-learning es algo más que una enseñanza a distancia y exige una labor de acompañamiento constante, por más que en el alumnado online suela requerirse un mayor grado de autonomía.
El aula virtual
Empecemos con una primera idea: la plataforma, en nuestro caso Ubuvirtual, es el equivalente del aula. Se convertirá en el principal lugar de encuentro e interacción y donde compartiremos recursos.
Por eso es importante que presente en todos los temas una estructura uniforme que permita identificar rápidamente cuáles son los materiales “obligatorios” y distinguirlos de los complementarios, así como localizar los ejercicios que deben realizarse.
A la hora de diseñar el cronograma, lo ideal es reservar para cada tema periodos uniformes que, personalmente, considero que deben ser amplios para garantizar la flexibilidad (al alumnado online, dentro de unos límites, no se le puede exigir la misma organización del tiempo que al presencial aunque invierta las mismas horas). Una cadencia uniforme y fácil de interiorizar, por ejemplo, sería dedicar a cada tema dos semanas o tres, iniciándose cada nuevo tema siempre el mismo día de la semana.
¿Qué recursos?
El tipo de recursos depende mucho de la asignatura. En Historia, por lo general, es imprescindible que haya lecturas y vídeos, siendo los últimos muy útiles para los materiales complementarios, entre los cuales también cabe destacar los podcast, mapas, imágenes de diverso tipo, textos especializados, fuentes de época, etc.
Si el material obligatorio lo integran lecturas, en el complementario deberían predominar otro tipo de recursos, sobre todo de tipo audiovisual. Adicionalmente, uno puede grabar un vídeo o audio en el que se sintetice el tema o alguna explicación que lo requiera, siempre que la carga docente del profesor no le obligue a priorizar otras cuestiones, como suele ocurrir los primeros años que se imparte una asignatura.
En mi opinión, no hay mejor material obligatorio para cualquier estudiante de Historia que la lectura de artículos o de capítulos de libros escritos por diferentes especialistas, porque esto les permitirá familiarizarse directamente con distintos representantes de la historiografía y conocer de primera mano diferentes puntos de vista y estilos o formas de divulgar el conocimiento histórico; aparte de favorecer un proceso de aprendizaje que no por clásico ha perdido su vigencia: el subrayado, las relecturas, los esquemas, los resúmenes o cuadros sinópticos, con la tutela del docente, facilitan la asimilación y relación de contenidos.
En Historia es imprescindible leer por todo lo que implica ese proceso, así que el profesor debe garantizar una buena selección de textos a cargo de especialistas solventes.
La participación
En paralelo, el trabajo con esas lecturas debería generar en los foros interacciones constructivas que propicien el aprendizaje colaborativo, ya se trate de preguntas, reflexiones o debates. Esas intervenciones, de hecho, son el equivalente de la participación activa en una clase presencial. Y esto va ligado a otra problemática: a veces no es fácil dinamizar esos foros, al menos cuando se trata de alumnado que cursa el título online precisamente por las dificultades de conciliación laboral o familiar.
En estos años he llegado a la conclusión de que es mejor una participación moderada y valiosa que sirva para la adquisición de las competencias que debemos trabajar. Por ejemplo, si una de las pruebas finales es un comentario de texto y otro de imagen, parece más enriquecedor fomentar que una parte de las intervenciones se circunscriban al análisis colectivo de esta clase de documentos, con el feedback del profesor y en un tipo de foro que impida leer otros mensajes sin haber escrito uno, en lugar de multiplicar hilos que terminen convirtiéndose en lo más parecido a una barra de bar.
Los seminarios virtuales me parecen muy provechosos, pero considero que deben usarse también de forma moderada: prefiero una o dos reuniones con alta asistencia y que resulten provechosas, porque además la multiplicación de encuentros síncronos reducen la flexibilidad que demanda el grueso del alumnado online. A la participación suelo reservarle un 10% de la nota final para que no comprometa demasiado la calificación media en el caso de quienes disponen de escaso tiempo.
El apoyo tutorial
Decíamos que las circunstancias personales de un grupo online pueden explicar que la participación en los foros no siempre resulte alta, pero es fundamental que el profesor “esté ahí” en todas las circunstancias. Hay muchas formas de hacer esto. Cuando se trata de dudas que pudieran compartir varias personas, lo aconsejable es que se planteen en el preceptivo foro de dudas; pero, si no es el caso, lo ideal a mi juicio es la consulta por correo electrónico con respuesta en un máximo de 48 horas lectivas, procurando minimizar ese tiempo si la cuestión es urgente.
Creo que la videoconferencia debe reservarse para orientaciones que no puedan resolverse de otra forma, especialmente si el docente tiene que atender varios grupos. Cuando empiezan a presentarse dudas recurrentes, lo suyo es elaborar un documento de Preguntas Frecuentes que pueda actualizarse cada año.
De hecho, al empezar el curso hay que recordarle siempre al alumnado que lo primero que deben hacer es leer la guía docente, consultar esas preguntas frecuentes y tomar nota de todo lo que se dice en la “presentación de la asignatura”.
Actividades y evaluación
Las actividades que se pueden diseñar son muchas y variadas, condicionadas también por el tipo de asignatura que impartamos. Imaginemos lo diferente que puede ser Paleografía en comparación con Historia Moderna, por poner un ejemplo. Como actividad no evaluable son muy útiles los cuestionarios llamados “de autoevaluación”, máxime si luego hay otros que sí tienen un peso en la nota final, lo que hace que aquellos sirvan para que el alumnado se familiarice con este tipo de pruebas y practique.
Muchos ejercicios evaluables que hacemos en un aula presencial se pueden extrapolar, convenientemente adaptados, a la modalidad online. Un ejemplo de ello son las exposiciones orales, que es una de las actividades que considero más enriquecedoras. Hay varias opciones para realizarlas, pero lo más flexible es —facilitando unas instrucciones detalladas— grabarlas, compartirlas y comentarlas en un foro específico. Esta alternativa asíncrona permite trabajar las competencias relacionadas con la expresión oral, la búsqueda autónoma de información y la capacidad de síntesis, entre otras.
Otra actividad muy recomendable en asignaturas de Historia es la realización de un ensayo sobre un libro elegido entre una amplia lista, permitiendo al estudiante profundizar en algún tema de su interés dentro del programa general: fomentar la lectura siempre contribuirá a mejorar la expresión escrita, algo crucial para cualquier persona que se gradúe en Historia y Patrimonio. En este caso, mientras el volumen del grupo lo permita, devuelvo las pruebas con muchas correcciones y sugerencias, también de estilo de redacción, y la mayoría del alumnado suele agradecerlo.
En mis asignaturas siempre incluyo una prueba final que es obligatorio aprobar para que haga media con todo lo demás y que tiene un peso del 40%. Tras varios cursos, he optado por integrar en ella dos partes que deben realizarse al mismo tiempo: un bloque teórico, en forma de cuestionario con tiempo ajustado y un peso del 25%; y otro bloque práctico que incluye el comentario de dos documentos históricos (un texto y una imagen), para realizar nada más acabar el cuestionario aplicando lo aprendido con los materiales obligatorios.
Siempre ofrezco la posibilidad de realizarlo en una fecha y hora alternativas por causas justificadas, igual que al alumnado presencial, pero en este caso la condición es que quienes estén en dicha situación consensúen el día, de forma que se evite multiplicar el diseño de pruebas. La evaluación es sin duda el mayor reto del docente online.
Conclusión
Quienes impartimos clase en el Grado online en Historia y Patrimonio de la UBU compartimos año tras año nuestra experiencia en una jornada o seminario que cuenta con el aval del IFIE. Y si algo se ha puesto de manifiesto en esas reuniones es que la modalidad online presenta dificultades propias y añadidas. Bien concebida, no es más fácil que la presencial ni para el profesorado ni para el alumnado. En absoluto.